Si se habla de felicidad se puede pensar que se trata de una experiencia íntima y personal, pero cuando convivimos con otro, es difícil alcanzar esa felicidad solos.
Lo normal es que se trate de un “trabajo conjunto”, y que ambos puedan encontrar y compartir esa felicidad.
La ciberconducta y la psicología educativa: retos y riesgos
El cyberbullying es un fenómeno complejo, difícil de definir y comprender y a su vez con graves implicaciones sociales y personales. Por ello, se están realizando grandes esfuerzos para avanzar en esta línea de investigación emergente que está siendo muy fructífera a nivel nacional e internacional. No obstante, dada su complejidad y la rápida evolución de las tecnologías de información y comunicación, existe la necesidad de avanzar y profundizar aún más en su estudio. El trabajo científico en este campo se ha realizado, sobre todo, desde la psicología educativa y sus hallazgos son la base para las primeras intervenciones psicoeducativas. Para promover el avance de este campo y la transferencia de conocimiento a la práctica profesional, este artículo introductorio describe brevemente la investigación sobre el ciberacoso junto a las cuestiones que todavía quedan por explorar e introduce el monográfico internacional sobre la ciberconducta y la psicología educativa. Este monográfico, publicado en el presente número de la revista Psicología Educativa, tiene como objetivo contribuir al desarrollo de este campo científico emergente.
El bullying es un fenómeno ampliamente estudiado a nivel internacional y también a nivel nacional, lo que ha permitido que el sistema educativo incorpore el conocimiento de la psicología educativa sobre este problema, con el beneficio que ello puede estar teniendo para la calidad de la educación escolar y familiar. Hay que afirmar desde el principio que en este proceso de desarrollo del conocimiento sobre el fenómeno del acoso escolar la protagonista ha sido la ciencia psicoeducativa. Efectivamente, tanto la investigación como los agentes prácticos de la psicología de la educación han sido hasta el momento los factores que más han contribuido al desarrollo de este campo de la ciencia psicológica. A pesar de que esta línea de investigación surgió hace sólo unas décadas (Zych, Ortega-Ruiz y Del Rey, 2015a), desde el comienzo el interés sobre la misma siempre ha estado vinculado a la práctica psicoeducativa para intentar prevenir o paliar sus efectos (Ttofi y Farrington, 2011). El gran interés por parte de la comunidad científica sobre estos problemas se debe a que la lectura que los investigadores realizan sobre él incluye el análisis de sus graves implicaciones sociales y personales (Gámez-Guadix et al., 2013, Zych et al., 2015b), incluyendo serias consecuencias a largo plazo halladas en estudios longitudinales (Ttofi y Farrington, 2012). Con el gran auge de las tecnologías de información y comunicación, ha aparecido una nueva forma de violencia entre iguales, el cyberbullying, que ha sido definido como agresión injustificada ejercida de manera intencional mediante los dispositivos electrónicos por individuos o grupos contra los que la víctima no puede defenderse fácilmente (Smith et al., 2008). Para diferenciar el cyberbullying de otro tipo de agresión se ha resaltado la importancia de los criterios de repetición y/o permanencia en la red, daño, intencionalidad y desequilibrio de poder (Patchin e Hinduja, 2015). Se trata de un fenómeno complejo difícil de definir y, por ello, se han realizado esfuerzos para describirlo, comparando incluso las definiciones entre diferentes contextos y países (Menesini et al., 2012). El hecho incontestable es que el ciberacoso comienza y se mantiene en redes sociales que surgen de contactos personales generados en el escenario de la vida social directa de los escolares, que es trasladada de forma sencilla y rápida a una vida social cibernética utilizando los rápidos y eficaces dispositivos digitales. Evidentemente la estructura social de participación en redes virtuales no es una copia de la red social más o menos informal que cada uno tiene en su vida social, pero existe un entrecruzamiento o solapamiento de las redes sociales directas y las virtuales que nos permite afirmar que la dimensión de la ciberconducta es ya una parte más de las líneas de vida relacional de todos nosotros y muy especialmente de los niños y niñas y adolescentes.
Gracias a las estadísticas de mortalidad, sabemos que durante el último siglo la esperanza de vida del hombre ha aumentado como nunca lo había hecho, aunque no siempre ha sido así para los pobres delplaneta, que siguen sucumbiendo facilmente a las habituales enfermedades mortíferas. Mediante instrumentos como los AVAD (años de vida ajustados en función de la discapacidad) podemos analizar no tanto la forma de morir como la forma de vivir de la gente. La ventaja de los AVAD es que nos permiten cuantificar no sólo el número de defunciones sino también las consecuencias de las muertes prematuras y las discapacidades en una determinada población, combinando ambos factores en un solo indicador de la carga global de morbilidad.
Con este cambio de perspectiva, algunas de las enfermedades más mortíferas,
La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia persistente de tristeza y una pérdida de interés en actividades que las personas normalmente disfrutan, acompañada de una incapacidad para llevar a cabo las actividades diarias, durante 14 días o más (23). La OMS define la depresión como “sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración” (24).
La depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos. Quienes han pasado por circunstancias vitales adversas (desempleo, luto, eventos traumáticos) tienen más probabilidades de sufrir depresión. A su vez, la depresión puede generar más estrés y disfunción, y empeorar la situación vital de la persona afectada y, por consiguiente, la propia depresión (25).
La ansiedad es parte de la existencia humana, es una palabra que se utiliza para describir diferentes condiciones mentales, además es considerada como un fenómeno que se encuentra arraizado en la sociedad moderna; es una emoción de alarma que se experimenta con inquietud, desasosiego, temor indefinido, preocupación desbordante y miedo a perder el control (26).